RESEÑA HISTÓRICA : UN LEVE OLOR A ALMENDRAS AMARGAS por Beatriz Pustilnik

En mayo de 1910 Buenos Aires se preparaba para los fastuosos festejos de “El Centenario”. Se alquilaban balcones y terrazas para ver a “nuestra ilustre visitante”: La infanta Isabel de Borbón. Las huelgas de la FORA (Federación Obrera Regional Argentina) y los atentados anarquistas (o ácratas) tenían a maltraer al Gobierno de José Figueroa Alcorta que no sabía cómo disimular los gastos que la preparación del evento le costaría al pueblo. Además, con la Ley de Residencia en vigencia y el declarado Estado de sitio, cualquier extranjero (especialmente si fuera italiano) podría ser ajusticiado en caso de presunto atentado contra el orden. En medio de este clima, se recibieron los anuncios del astrónomo francés Camille Flammarion, que barajaba la posibilidad que el Cometa Halley, al acercarse a la tierra, provocase una sensación de asfixia en la población. El tremendismo de la época (y el oportunismo) llevó al diario La Prensa a informar que “un pequeño perfume a almendras amargas” causaría la muerte generalizada. El redactor de folletines Domingo Barisane aprovechó la ocasión para publicar diez fascículos que se vendían de puerta a puerta donde vaticinaba “La fin del mundo”, hecho que provocó una ola de suicidios (427 sólo en Argentina en 138 días) además de infartos y crisis de pánico. En el pueblo de San Martín (donde transcurre la obra) se construyeron refugios subterráneos a los cuales sólo podían acceder, debido a su costo elevado, los ciudadanos de situación acomodada. Delfina Paz, la protagonista (personaje de ficción) fue una de las “agraciadas”. Algunas revistas de la época y los diarios socialistas y anarquistas, se burlaban del fenómeno. Afirmaban que “sólo los soberbios y poderosos” creían en los fatídicos vaticinios mientras que “el pueblo no le temía al porvenir”. No faltaron los que lucraron con la histeria y con la mojigatería, vendiendo sellos mágicos, trajes de goma aislante, botellas de champagne conteniendo aire cósmico para la posteridad y quienes, como un tal Muzzio, se instalaron con su catalejo en distintos puntos de Buenos Aires para cobrar el espectáculo del “coludo visitante”. Al mes siguiente, el 26 de junio, un atentado volaría una fila del Teatro Colón durante la función de Manon de Massenet, provocando destrozos, causando heridos, algunos de gravedad. Delfina Paz y Michele Bontempi, personajes de ficción, prototipos de la época, se encuentran en la calle desierta, minutos después de oír la sirena del diario La Prensa que anunciaba el fin del peligro después del paso del temido cometa.

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